EL AROMA DE MARUCHA

Foto: Marucha

Preparar café antes del amanecer y recordar a Marucha es una sola cosa. Me basta pensar en un café fresco de madrugada, para que el recuerdo vuele y se instale en la Habana de finales de 1980, en El Vedado, en la casa de Marucha y Mayito, en la cocina de Marucha.


Saco el café de la alacena y de inmediato aparecen las manos blancas que sostienen la base de la cafetera bajo el grifo de agua. Luego esas mismas manos introducen el filtro metálico, lo llenan hasta el tope de café, giran la base de la cafetera para ajustarla, la dejan sobre la hornilla y encienden la estufa. Mientras el agua alcanza la temperatura necesaria para hervir, las manos de Marucha disponen las tazas en las que servirá el café. En cada taza una o dos cucharaditas de azúcar.


Tengo presente en la memoria del olfato, del gusto, ese café por el que tanto protestan los cubanos diciendo que está lleno de chícharos y que a mí me sabe delicioso, tengo presente los ojos inquietos de Marucha anticipando los movimientos de las manos, el color de su piel, su sonrisa, pero no su voz. Marucha es blanca y de ojos tan negros como su pelo.


Por más que lo intento no recuerdo el tono de su voz. Y tampoco hace falta. Soy capaz de ver a Marucha sirviendo un chorrito de café hirviendo en una taza para mezclar el azúcar con ese poco de café, revolviendo y revolviendo hasta que azúcar y café se convierten en una especie de caramelo en el que provoca meter el dedo y en seguida chuparlo. Pero no, no se puede. Marucha va más rápido que mis deseos. Sirve el café en la taza, lo mezcla con el “caramelo” y me lo ofrece. “Un buchito de café”.


El recuerdo siempre tiene que ver con la madrugada quizá porque a esa hora nos encontrábamos antes de salir a algún rodaje. Y, claro, a esa hora el “buchito de café” es como maná. Marucha reparte café a todos y su pequeña casa se inunda del aroma que me convierte en inolvidable esos amaneceres.


Tomamos café y hablamos de cine, pintura, literatura y política, todo nos concierne. Todo hace parte de nuestra vida. El aroma del café de Marucha que impregna poco a poco la cocina, para en segundos flotar sobre la sala-habitación-comedor, llega ungido de vitalidad. Marucha vuela de un lado a otro, sirve café, le responde a Mayito que pregunta por algo, recibe a los hijos que pasan por la casa, prepara su cámara para el rodaje y, además, atiende al grupo de cineastas latinoamericanos que llegan a su casa por un “buchito de café”, y un mucho de calidez.


Marucha hizo la foto fija de no sé cuántas películas, fundó la Fototeca de Cuba, tuvo dos hijos con Mayito, María y Mayitín, amó a las hijas de Mayito y, por sobre todas las cosas, para mí, es un recuerdo permanente de energía y vida cada mañana, antes de beber ese “buchito de café”.


Enlaces sobre Marucha:

http://www.fcif.net/instituciones/fototeca.htm

http://www.fotoperiodismo.org/FORO/files/fotoperiodismo/source/html/galeria/CASTRO/pages/SALON%20CUBA/CDCUBA/HISTORICAS/pages/marucha.htm

http://www.latinart.com/spanish/faview.cfm?id=507

http://www.archivocubano.org/rufino_03.html


1 comentario:

Anónimo dijo...

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